lunes, 20 de agosto de 2007

¿Un balance?

POR LILLIAM OVIEDO

Cuatro párrafos en El Caribe del día 16 de agosto convierten en poco menos que ociosa la tarea de pasar balance a la actual gestión gubernamental. Se informa que 4 recién nacidos murieron en el área neonatal del hospital José María Cabral y Báez, de Santiago. El presidente de la filial del Colegio Médico de esa ciudad, doctor Gilberto Tejada, dijo que la muerte de los recién nacidos fue causada por la falta de oxígeno, mientras el subdirector del hospital dijo que esas muertes se producen con frecuencia debido a que muchos niños nacen con problemas físicos. La denuncia de que los tanques de oxígeno del hospital no están en buenas condiciones, no es más grave que el reconocimiento de que muchos bebés mueren en ese centro. ¡Dura realidad!

En el pasado gobierno, fueron abundantes los reportajes sobre interrupción de cirugías en hospitales públicos por interrupciones en el servicio de energía eléctrica.

El balance de estos gobiernos es la continuidad del abandono, la desigualdad y la exclusión. Las cifras del Programa Mundial de Alimentos (PMA) son reveladoras. En 6 años, la proporción de niños con desnutrición crónica en el país, pasó de poco más de un 6% a un 7.12 por ciento. El Gobierno habla de una economía estable y en crecimiento, pero deja fuera el tema de la distribución, porque su compromiso es con la clase dominante.

El abandono, la desigualdad y la exclusión, son el sello. El balance corresponde, pues, no solamente a una gestión gubernamental, sino a todo un sistema político decadente y autoritario en esencia.

No es casual que la discusión actualmente sea la conveniencia o no de firmar un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. La mal llamada oposición electoral, que es el otro punto de apoyo del espectáculo politiquero, quiere garantizar la austeridad en el gasto gubernamental a través de un acuerdo con el FMI, mientras el Gobierno quiere tener menos ataduras para el gasto en tiempos de campaña electoral cuando el Presidente de la República pretende reelegirse.

Miguel Vargas Maldonado habla en nombre de los grupos empresariales que financian su campaña. Y se pronuncia por un acuerdo con el FMI. Luego se traslada a barrios y municipios, promete obras y ayuda y hasta reparte algunas dádivas.

La estafa y la demagogia se advierten tan claramente en su definición y en la de Leonel Fernández, que no han podido protestar ante el hecho de que el sistema los obligue a compartir la condición de candidatos con Amable Aristy Castro, quien no tiene reparo en presentarse como repartidor de papeletas, aunque ha invertido una buena cantidad de dinero en el afán por despojarse de otros calificativos.

Se les hace imposible permanecer atados a un sistema y ocultar el sello que ese mismo sistema les imprime. Son "liderazgos" que resultan del atraso y de la podredumbre y sólo en esa situación pueden mantenerse.

Con las mismas ataduras y como resultado de los mismos amarres se forman los gabinetes gubernamentales. Por eso, en el gobierno que encabezó Hipólito Mejía y en el actual, han sido escasas las remociones de funcionarios, y quienes presentan como políticas acciones que en realidad son politiqueras, predicen cambios, mencionan nombres, y luego hacen análisis de lo que ocurrió o de lo que se esperaba.

Las remociones son escasas porque los gabinetes se forman a partir de negociaciones. En el primer gobierno de Leonel Fernández (1996-2000) las remociones respondieron a la necesidad de acomodar cuadros y de aplicar el premio y el castigo para mantener a la fuerza ciertas "lealtades". Joaquín Balaguer, el maestro de la manipulación, hacía remociones para liberarse de culpas en la cuenta de la impunidad. Hacía casi invisibles (temporalmente) a los protagonistas de grandes escándalos (vinculados a muertes y a peculado) y cambiaba de lugar a los afectados por ciertos rumores.

Hoy, cuando el Estado tiene más requerimientos y paga sueldos millonarios, Leonel Fernández, como su antecesor Hipólito Mejía, sencillamente deja en sus puestos a los funcionarios con los cuales tiene compromisos (en la Policía y en la Marina cambió para lo peor de lo peor, pero el de las lealtades de uniforme es otro tema), y hay algunos que, a través de plumas pagadas, le "recuerdan" que han invertido en su imagen durante cierto tiempo. Es el colmo del descaro, pero es cierto.

Ya se inició el cuarto año del actual Gobierno, y se resbala sobre el mismo lodo. Compra de lealtades, obligatorio cumplimiento del pacto de impunidad, austeridad sólo para las mayorías, exclusión y abandono. En el balance, ahora y en otro momento, figura ese cuadro de podredumbre... Y también las cirugías interrumpidas y los niños muertos... Deudas que no podemos ni debemos condonar... ¿Amén?

Fuente Original: http://elnacional.com.do/article.aspx?id=24930

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