miércoles, 21 de marzo de 2007

¿QUE HA PASADO CON EL PUEBLO?


JUAN TAVERAS HERNANDEZ

¿Qué ha pasado con el pueblo, que ya no canta, que ya no ríe, que ya no habla, que ya no lucha por su bienestar?

¿Qué ha sido de la oposición política? ¿En dónde está que no se le ve por ningún lado a pesar de la terrible crisis que padece el pueblo dominicano? ¿Qué ha pasado con este pueblo que recibe golpes y más golpes sin responder como debe, como le enseñaron sus antepasados? ¿Olvidó su historia?

Este no es el pueblo de Enriquillo, aquel indígena primer guerrillero de América que se instaló en las montañas del Bahoruco para luchar contra los invasores españoles.

Este no es el pueblo de Duarte y la Trinitaria; de aquella generación de jóvenes que inventó la patria cuando parecía un imposible, cuando era un riesgo incalculable, un misterio, un desafío a la vida.

Este no es el pueblo que se hizo grande en la espada de la Restauración en manos del ilustre Gregorio Luperón.

Este no es el pueblo de tantas revueltas y revoluciones, de tantas luchas por la libertad y la independencia, de tantos sueños y sacrificios, éste no es el pueblo que nunca aceptó las dictaduras, que mató a tantos tiranos que quisieron arrodillarlo y mancillarlo;

Este no es el pueblo de los muchachos del 14 de junio, los de la Raza Inmortal; éste no es el pueblo de las hermanas Mirabal, no es el pueblo de Manolo y de quienes lo siguieron hasta las "escarpadas montañas de Quisqueya" defendiendo un sueño, un principio, una idea, una bandera.

Este no es el pueblo que mató a Trujillo; no es el que enfrentó en las calles a los remanentes de la tiranía, el pueblo que eligió presidente a Juan Bosch, el pueblo que luego enfrentó el golpe de Estado y al Triunvirato con grandes protestas y huelgas nacionales de muchos días.

Este no es el pueblo del 24 de abril de 1965 cuando Peña Gómez encarnó la voluntad popular en su voz potente como un cañón llamando al pueblo a tomar las armas para derrocar al régimen criminal e ilegal de aquella época.

Este no es el pueblo de Francis Caamaño, éste no es el pueblo que enfrentó a las fuerzas reaccionarias con el pecho desnudo en el puente Duarte, el que desafió la muerte, el pueblo que por segunda vez en menos de cien años luchaba contra las tropas norteamericanas en una guerra patriota muy desigual. A ese pueblo del mil veces glorioso abril de 1965 no le importó la fuerza militar descomunal de Estados Unidos, ni su poder económico, ni el enfrenamiento acabado de los marines. Ese era un pueblo valiente, un pueblo con cojones.

Ese mismo pueblo enfrentó "la dictadura Yanqui‑Balaguerista" de 12 años. Miles de jóvenes fueron asesinados, enviados al exilio, hechos presos y torturados durante ese período de 12 años. El pueblo nunca se rindió, nunca aceptó la humillación.

Sin embargo, parece que el pueblo, cansado de tantas guerras, agobiado y cansado, se dejó caer y decidió no continuar enfrentando a sus enemigos. Y cayó de bruces. Rendido.

"Patria o Muerte". ¡Nos vencieron!

Ganó el imperio. Ganaron Estados Unidos y sus aliados criollos, ganaron los monopolios y las multinacionales, ganó el gran capital extranjero unido al gran capital nacional. No es casual que el presidente de Estados Unidos declarara que para ellos el Tratado de Libre Comercio con Centroamérica y la República Dominicana era un "asunto de seguridad nacional".

Las visas para viajar a territorio norteamericano, las drogas y los viajes "ilegales" en yola a Puerto Rico tras el "sueño americano", no eran casuales, no era, mucho menos, un premio. Todo formó parte de un plan maestro. La intervención primero fue militar, luego política y cultural. Pero las fuerzas revolucionarias, atomizadas y divididas, no lo advirtieron. Por el contrario, formaron parte del juego.

Y hoy tenemos un pueblo sin identidad nacional, un pueblo amorfo, pobre, triste y viejo aunque su población sea muy joven.

Las encuestas dicen que más del 70 por ciento de la población quiere una visa para irse a Estados Unidos o a Europa. ¡Qué triste! Ese pueblo prefiere el idioma inglés al español con todas sus implicaciones culturales.

Es en ese marco triste y doloroso que se explica la inercia popular, la incapacidad para articular movimientos de lucha contra la miseria y el abandono, contra la corrupción y el saqueo de los recursos renovables y no renovables, contra los malos gobiernos, contra aquéllos que regalaron las empresas del Estado como si fueran suyas.

Resulta penoso ver como éste pueblo acepta los apagones, como permite que sus recursos se utilicen en un Metro que nadie quiere mientras los hospitales no tienen medicinas, faltan aulas, faltan miles de viviendas, y la criminalidad, la delincuencia y el narcotráfico ganan terrero todos los días.

Sólo un pueblo abandonado a sí mismo puede permitir tantos y tantos abusos, tantos y tantos engaños, tantas y tantas mentiras. Y sigue votando cada dos años, cuando debería levantarse sobre sus propias cenizas y decir: ¡Ya basta! Y comenzar a caminar por otra senda.

Fuente Original: http://elnacional.com.do