domingo, 22 de marzo de 2009

Igualdad o égalité, nombre de lo prohibido

Escrito por: LILLIAM OVIEDO

Ante las protestas de hace dos meses en el Caribe francés, el ultraderechista presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, después de una cruel e ilegal represión, anunció algunos planes de inversión en esas islas. Ante la inminencia de las grandes protestas que han sacudido a Francia, anunció la reducción de algunos impuestos a las familias más pobres, y dispuso algunos subsidios. No alcanzó su oferta para desmovilizar a la gente. Millones de personas han marchado en los últimos días, y en varios sectores han sido paralizadas en alguna medida las actividades. La represión ha traspasado el límite de lo legal. La orden es soportar tranquilamente la carga de la crisis... Menos mal que hay millones de desobedientes.

En República Dominicana, a las protestas en varias comunidades en demanda de obras de infraestructura, acceso a los servicios sociales y rebaja en los precios de los alimentos, el presidente Leonel Fernández responde reuniéndose con el Consejo de Seguridad. El amenazante secretario de Interior y Policía, Franklin Almeyda; el secretario de las Fuerzas Armadas, teniente general Pedro Peña Antonio, y el jefe de la Policía, Rafael Guillermo Guzmán Fermín, encabezan el grupo. Otros representantes de los cuerpos represivos estuvieron en el Palacio Nacional, y también funcionarios civiles. Fue un acto intimidatorio.

Como la derecha francesa, los herederos de Joaquín Balaguer en este país, han ejercido el poder en el marco de un modelo de acumulación fundamentado en la desigualdad social y en la creciente concentración del ingreso y la riqueza, pero cuando las mayorías reclaman, responden con represión.

Nicolas Sarkozy compromete a Francia en las acciones de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, y refuerza su alineamiento con el poder hegemónico en un momento en que más de 300 mil empleos se han perdido en Francia en poco tiempo, en diciembre el desempleo alcanzó un 11%, y los salarios se desvalorizan en forma progresiva. Fuerza para calmar los ánimos y fuerza desplegada fuera de Francia, es la respuesta a la crisis. Aquietar a los inadaptados donde estén localizados, es su objetivo. ¡Así de inconsecuente es la ultraderecha!

En República Dominicana, las recientes protestas dejan claro que las proclamas de optimismo de Leonel Fernández están fuera de contexto.

Recientemente, Fernández declaró que para que este país fracase en el plano económico, “primero tiene que fracasar el mundo”.

No se trata del optimismo de quien no está bien informado, sino de la caradura de un dirigente para quien la desigualdad social no es motivo de preocupación y la distribución del ingreso y la riqueza no es tema que deba ocupar el tiempo de un jefe de Estado.

En un país donde la inversión social representa apenas el 7.2% del Producto Interno Bruto, el gasto en educación apenas el 2.2% y el gasto en salud  un 1.3%, proporciones inferiores a los promedios registrados para América Latina, el presidente es capaz de hablar de éxito, porque organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que sólo cuidan los intereses de los poderosos, entienden que es posible seguir en lo mismo. Más del 40% de la población dominicana es afectada por la pobreza, pero Leonel Fernández lanza gritos de victoria.

Lo que le interesa controlar es la magnitud de las manifestaciones de  de inconformidad. Por eso muestra se muestra dispuesto a usar la fuerza. Como en 1997, cuando sacó a las calles los “carapintada”, por ejemplo, y como en otras ocasiones, cuando ha ordenado la toma militar de ciudades.

A finales de febrero, en la rica Francia Sarkozy pretendió impedir con migajas (subsidios y reducciones en algunos impuestos) limosnas las protestas que ha generado la desigualdad. Aquí, Leonel Fernández no se siente obligado a ofrecer cambio alguno; sólo amenaza, y lo hace con la mayor desfachatez.

 El abuso asume el rostro que le imponen las circunstancias, pero conserva su definición esencial. La crisis financiera mundial estalla en medio de la desigualdad social, y los jefes de Estado comprometidos con el sistema pretenden mantener la gobernabilidad usando la fuerza... Son inocultables la indolencia y el retorcimiento.

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