domingo, 6 de abril de 2008

Inocultable degeneración

POR LILLIAM OVIEDO

Cuando genera comentarios de cierto alcance una denuncia sobre mal manejo de fondos del Estado, el presidente Leonel Fernández convoca un encuentro con los directores de medios de comunicación. El candidato del Partido Revolucionario Dominicano, por su parte, a las denuncias de que tiene vínculos comerciales con grupos o personas procesables o de que ha participado en transacciones a las que no se puede poner el sello de lícitas, hace un tiempo no respondía, y ahora, al final del proceso electoral, responde revelando datos biográficos y ofreciendo declaraciones en las cuales presenta como bendición divina la acumulación de capitales y la posesión de riquezas… Son recursos para evadir el cuestionamiento. Intentan mantener el espectáculo electorero sin asumir un compromiso real con las mayorías.

Demagogia y ausencia de principios son elementos definitorios de ambos candidatos, actores principales de una aborrecible farsa.

Con las explicaciones que ofrece a los medios de comunicación y el efecto propagandístico que puedan surtir las obligadas crónicas sobre un encuentro en el cual el Presidente trata temas muy polémicos, Leonel Fernández intenta disimular con poses y palabrería el hecho innegable de que el Gobierno ha sido incapaz de superar viejas prácticas, ilegales y sucias por demás, definitorias de la corrupción.

Miguel Vargas, al hablar de sus caudales, evita referirse al papel que han jugado en su posicionamiento en el esquema de poder y evade hablar de sus relaciones con los sectores rancios de la derecha, los grupos que financian las campañas, imponen la permanencia de los privilegios y dirigen hacia donde consideran conveniente el influjo manipulador del Estado.

Como no puede dejar de hablar de proyecto de Estado, se refirió recientemente a la privatización. Dijo que no es aceptable que el Estado controle una porción importante del sector eléctrico, que debe estar en manos privadas. Se retrata como más de lo mismo, pero tiene que cumplir con los sectores a los cuales, por la fuerza de los hechos, pertenece.

La calificación de oposición electorera es todavía eufemística para un grupo que conserva lo peor de la tradición balaguerista y hasta del tenebroso pasado trujillista, y el calificativo para un candidato comprometido a preservar la impunidad para las peores prácticas y a validar el desprecio por la ética y los principios, es mejor no pronunciarlo, aunque implique parecer soez sólo por decir lo cierto.

De Leonel Fernández, hay que decir que si no se puede describir su trayectoria política sin mencionar el mal llamado Frente Patriótico en el cual selló su alianza con Joaquín Balaguer y lo peor de su claque, tampoco es posible definirlo como gobernante sin señalar que valida el clientelismo como recurso para mantenerse en el poder. Da asco, pero es cierto.

Su apego a esta práctica ha puesto en su boca frases infelices como la que pronunció en el año 2005 (a propósito del escándalo por el derroche de recursos en el Programa Eventual Mínimo de Empleo, PEME) de que tuvo que elegir “pagar o matar”, y argumentos ridículos e inescrupulosos como el de que las botellas han existido en todos los gobiernos. Este último lo pronunció en el almuerzo que ofreció el pasado lunes a directores de medios de comunicación.

Nada más podría esperarse de un político que preside un gobierno apegado a la tradición autoritarista: con una Policía que realiza ejecuciones extrajudiciales sin ocuparse siquiera de hacerlas parecer otra cosa, con funcionarios corruptos colocados fuera del alcance de la Justicia, con colaboradores que no economizan al Estado gasto alguno para ostentación y marchas… Nada más podría esperarse de ese político, sobre todo después que dijo, en el almuerzo del pasado lunes, que él no compra lealtades… ¿Hace falta comentarlo?

No es posible envolver en poses propagandísticas tanta podredumbre… De una oferta electoral que tiene a Leonel Fernández y Miguel Vargas como sus dos elementos principales, sólo se puede decir que es insultante…

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