sábado, 13 de octubre de 2007

La Fiesta del Chivo


Por César Román Sassone

Después de ver la obra, entendí mejor nuestra idiosincrasia; comprendí mejor de donde proviene nuestro miedo a los jefes, y nuestros deseos soterrados de mandato, reelección, birretes y laureles; comprendí nuestra propensión a callar ante las injusticias, entendí mejor de dónde viene nuestra disposición al servilismo y a la adulación; a ser "tumba polvos" y "limpiasacos", y a considerar a nuestros gobernantes como designados por la Providencia Divina; en vez de suponer que son simplemente servidores públicos.


Manhattan, N.Y. (Atanay.Com).-Anoche fui a ver "La Fiesta del Chivo" en el Repertorio Español, en la calle 27, casi esquina Lexigton, en Manhattan; en un teatro pequeño, pero acogedor. El libro fue escrito por un peruano, la obra fue escrita y dirigida por colombianos, había pocos dominicanos en el elenco y en el público. Me pregunté: ¿dónde están nuestros artistas, y nuestra gente? No encontré respuesta, o talvez la contestación sabía a retama, y no la quería paladear. El escenario estaba a oscuras, y se escuchaban las notas de "Salve San Cristóbal", uno de los muchos merengues que se escribieron en honor a Trujillo.

La Fiesta del Chivo es una obra resultado de la adaptación de la novela de Mario Vargas Llosa, del mismo nombre, y basada en la vida de aquel "roble portentoso, lacerado por el soplo de una ráfaga aleve, que gravitó sobre la vida de la República Dominicana, durante más de 30 años."; para usar palabras de Joaquín Balaguer, uno de los discípulos más aventajados, y fieles admiradores del "Padre de la Patria Nueva", Generalísimo Doctor Rafael Leónidas Trujillo Molina.

La obra trata del ajusticiamiento del sátrapa por algunos de sus antiguos colaboradores, la megalomanía del Jefe (formado en las filas de la Marina de Guerra de Los Estados Unidos), su afiliación y disgusto con la Iglesia Católica, las torturas perpetradas en la cárcel La 40; y la corte de títeres y serviles servidores que danzaba alrededor del "Benefactor".

No es mi intensión esta vez analizar la obra, dejando ese oficio a los críticos de arte; sino más bien, relatar cuán revelador fue para mí vernos representados en escena, y entender mejor el impacto que ha tenido en nosotros un pasaje de nuestra historia que estaba un poco borroso en mi memoria por el paso del tiempo; ya que estaba muy pequeño cuando mataron al "Perínclito", y por las escasas lecciones de historia que recibí sobre ese período, el cual se estudiaba muy superficialmente en mi época; talvez porque todavía reinaba el temor al ladino caudillo, aún después de muerto.

La Era de Trujillo fue una época de crímenes, chivatos, asesinos, torturadores, y celestinos; fue una época de servilismo, ganchos, intrigas y miedo; una época donde el "Jefe" hacía lo que le daba la gana, y tenía una corte de marionetas que no lo cuestionaban para nada; fue una "Era Gloriosa" donde se mataron a miles de haitianos en la famosa matanza de 1937, y se ofrendaban las mujeres para que Trujillo hiciera galas de su machismo ególatra sin ningún tipo de miramientos, en su casa de retiro "Las Caobas", en San Cristóbal.

Después de ver la obra, entendí mejor nuestra idiosincrasia; comprendí mejor de donde proviene nuestro miedo a los jefes, y nuestros deseos soterrados de mandato, reelección, birretes y laureles; comprendí nuestra propensión a callar ante las injusticias, entendí mejor de dónde viene nuestra disposición al servilismo y a la adulación; a ser "tumba polvos" y "limpiasacos", y a considerar a nuestros gobernantes como designados por la Providencia Divina; en vez de suponer que son simplemente servidores públicos.

Talvez hemos desarrollado estos males como mecanismos de supervivencia, y estos defectos siguen en nuestro DNA; y los pasamos de generación en generación, como transmitimos otras características genéticas; pero pienso que si no recapacitamos, no podremos cambiar aquello que ignoramos, y seguiremos repitiendo los mismos errores; en otras palabras, continuaremos bailando el mismo merengue con diferentes letras.

Pienso que ya no se les llevan las mujeres a los jefes a la casa "La Caoba", se les llevan a otra parte; ya las torturas no son en la 40, son más sutiles; ya no se matan los haitianos a sangre fría, se les niega la subsistencia; ya no hay birretes con plumajes, sino cuentas en bancos extranjeros; y como ven, en muchos aspectos de nuestra vida cotidiana, en muchas de nuestras actitudes como pueblo, nos seguimos comportando como en aquella época , como verdaderos hijos del "Padre de la Patria Nueva".pienso que en muchos renglones de nuestra vida, todavía continuamos bailando en la fiesta del Chivo. ¡Viva el Jefe!

Fuente del articulo: http://atanay.com/detail.aspx?n=6082

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